Colección de mascaradas tradicionales estará en exhibición hasta el 31 de octubre, Día de la Mascarada Tradicional Costarricense
En el año 2013, el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC), adquirió una colección de mascaradas tradicionales durante el certamen Nuestras Artesanías Tradicionales, con el propósito de promover esta tradición tan arraigada en los costarricenses, cuyos orígenes se remontan a la época colonial.
Es así como desde esta fecha el CICPC, le da la bienvenida a los visitantes en octubre de cada año, con la exhibición de gigantes, cabezones y caretas de abuelos y abuelas, diablos y brujas, entre otros personajes, que son las tradicionales mascaradas que se utilizan en Costa Rica para celebrar el Día de la Mascarada Costarricense.
Este día se celebra los 31 de octubre, desde el año 1997, según lo establece el Decreto N° 25724-C.
¿Por qué hay una fecha especial para esta tradición?
Según este decreto, uno de los objetivos primordiales del Estado es promover el conocimiento de las diferentes manifestaciones culturales existentes en nuestra sociedad, como un aporte dirigido a recuperar y consolidar la identidad cultural del ser costarricense. Dentro de nuestras costumbres más arraigadas se encuentra la elaboración y desfile de mascaradas, permitiendo esto la expresión de tradiciones antiquísimas, así como el talento creativo de nuestros artesanos.
“La artesanía mascarera costarricense, presente en las diferentes actividades culturales, constituye un elemento importante para la educación y recreación de nuestro pueblo y mediante dichas actividades, el costarricense adquiere conciencia y madurez sobre la importancia de preservar y difundir la realización de mascaradas como símbolo de expresión cultural”, menciona el decreto.
La exposición en el Centro de Patrimonio Cultural incluye un par de gigantes, tres mascaradas de casco, dos pares de cabezones y seis caretas. Sus autores Rigoberto Ramírez, Mario Solano, José Francisco Garita, Miguel Moreira y Joaquín Palacios fueron los ganadores de las distintas categorías del certamen de 2013.
La muestra estará en exhibición de lunes a sábado, de 8 a.m. a 4 p.m., en el Centro de Patrimonio Cultural, ubicado 50 metros al oeste de la Plaza de la Cultura, Av. Central. La entrada es gratuita.
¿Qué es la mascarada tradicional?
Es una artesanía realizada mediante un proceso manual que incluye arcilla o barro para moldear el rostro, varias capas de papel, alambre, masilla, cola blanca y pintura. Se decora con abalorios, botones, pelucas, ojos de vidrio, vestidos de colores -por lo general de segunda mano o hechos con retazos de tela-, artes y otros elementos a gusto de su autor.
Además, se le denomina tradicional por los personajes que representan como la bruja, el diablo, la calavera, el gigante y la giganta, entre otros que se han mantenido a lo largo del tiempo.
La mascarada está asociada con festividades: fiestas populares, el turno en los pueblos, ferias escolares, fiestas para recaudar fondos con algún fin específico, y otras actividades de este tipo. “Es una actividad que nos remite a un ambiente festivo, a algo bonito, divertido y, principalmente, nos refiere a la niñez”, expresó Sonia Gómez, historiadora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.
“Ya sea por susto o por diversión, los chiquillos son los que más se impactan con los que comúnmente hemos llamado “los payasos”, además, la salida de éstos y su recorrido por las principales calles del pueblo, casi siempre está asociado a la música de la “cimarrona”, a las bombetas, los bailes y las comidas tradicionales. Todo esto junto crea un ambiente de placer, de regocijo, de algarabía que hace que ésta se constituya en una de las tradiciones más queridas de los costarricenses”, agregó la historiadora.
Según Gómez, esta tradición fue introducida en Costa Rica por los españoles en la época colonial (Siglo XVII) y se fusionó con las prácticas rituales de origen amerindio. “La mascarada, como la conocemos hoy día, es el producto de la fusión de culturas y del sincretismo religioso; es un ejemplo de nuestra pluriculturalidad y de nuestra forma de ser, de nuestro carácter alegre y festivo”, afirmó.
¿Cómo nace la mascarada en Costa Rica?
Las primeras apariciones de las mascaradas se dan durante las “fiestas agostinas” que se celebraban desde la época colonial en honor a la Virgen de los Ángeles en el barrio o “Puebla de Los Pardos” de la ciudad de Cartago, para entonces, capital de la provincia de Costa Rica.
Según el historiador cartaginés Franco Fernández, el origen de los llamados “mantudos” o “payasos” se halla en la aparición que tenían algunos vecinos de condición humilde, denominados “parlampanes”, que vestían risibles disfraces (principalmente máscaras representativas de animales), quienes bailaban y correteaban entre el público antes de que iniciaran las “corridas de toros”.
Posteriormente, en el siglo XIX es Rafael Ángel (Lito) Valerín Roldán quien impulsa o crea las mascaradas tal y como hoy las conocemos. No se sabe a qué edad inició esta actividad, lo que sí se conoce es que desde joven hacía figuras con jícaras que movía como marionetas. Su devoción a la Virgen de los Ángeles lo llevó a la creación de los mantudos, oficio que realizó hasta 1910, heredándolo a su hijo Jesús.
Jesús Valerín se dedicó a este oficio, continuó con la tradición y devoción de su padre en la confección de las mascaradas y durante muchos años las utilizó en las fiestas de agosto. En la elaboración, Jesús utilizaba arcilla o barro de olla -traída del Tejar de El Guarco-, yeso, papel, alambre (para las máscaras de petatillo), así como la tanela y la tuna.
Años más tarde, por su avanzada edad, decidió vender los moldes y mantudos a los hermanos Pedro y Manuel Freer, quienes la dieron a conocer por los diferentes pueblos de Costa Rica, principalmente en el Valle Central. De esta manera, además de contribuir con la revitalización de la tradición, se expandió con el surgimiento de otras familias mascareras, entre ellas, la familia Arias en San Antonio de Escazú (Pedro Arias y su hijo Amado); Pedro Salas y Beto Vega, en Barva de Heredia; y otras en Aserrí y Alajuelita.
En años recientes se reconoce la labor de los hermanos Abelino y Guillermo Martínez Solano, en San Rafael de Oreamuno, quienes heredaron ese oficio de su padre, José Martínez Hidalgo. Asimismo, las mascaradas de Jorge Antonio “Topo” Vargas, en Santa Ana; Marvin Chamorro y Enrique Barboza, en Escazú y Jorge Corrales, en Aserrí.
“Nuestra mascarada es importante para la cultura y tradiciones de la nación porque se le reconoce como la principal manifestación popular tradicional de carácter festivo del Valle Central -donde tuvo su origen- y ahora, una de las manifestaciones culturales más extendida por todo el país. Es una de las tradiciones de origen hispánico más arraigada en Costa Rica desde la Colonia”, subrayó Gómez.
Para la historiadora se debe fomentar, precisamente, por ser una de nuestras tradiciones más antiguas y por ser una manifestación en la que se fusionan nuestra cultura ancestral y la cultura hispánica.
Esta tradición se ha mantenido a través del tiempo por su arraigo en la gente y, aunque decayó en algún momento, en los últimos años se viene revitalizando. El uso de las mascaradas en los últimos años en las fiestas de cumpleaños, de matrimonios, de graduaciones y otros acontecimientos especiales, además de la publicación de investigaciones y el trabajo que realiza el Ministerio de Cultura y Juventud, ha permitido su revaloración y mayor uso.
Fuente: Sonia Gómez Vargas, historiadora, Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.