El boyeo costarricense, una tradición que perdura con el tiempo
Cada segundo domingo de marzo, los boyeros recorrían las calles de diferentes partes de Costa Rica para celebrar el Día Nacional del Boyero, declarado mediante Decreto Ejecutivo N.º 18483-C, en octubre de 1988.
Previo a la llegada de la pandemia de la COVID19, estas celebraciones se caracterizaban por ser una actividad colorida, donde los boyeros exhibían sus mejores carretas y sus mejores bueyes, rescatando con ello una de las tradiciones más arraigadas entre los campesinos costarricenses.
Esta práctica fue inscrita en 2008 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (proclamado originalmente en 2005).
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), “la tradicional carreta de bueyes es el tipo de artesanía más famoso de Costa Rica. Desde mediados del siglo XIX, las carretas de bueyes eran utilizadas para transportar el grano de café desde el Valle Central de Costa Rica, en las montañas, a Puntarenas en la costa del Pacífico. Un viaje requería de 10 a 15 días. Las carretas de bueyes tenían ruedas sin radios, un híbrido entre el disco usado por los aztecas y la rueda de radios introducida por los españoles, para avanzar en medio del fango sin atascarse. En muchos casos, las carretas de bueyes eran el único medio de transporte de una familia y simbolizaban su estatuto social”.
De acuerdo con UNESCO, el proceso de pintar y decorar las carretas inició en el siglo XX, y cada región del país poseía un estilo y diseño propio que los identificaba; además, en este siglo se destacaban las decoraciones de flores, rostros y paisajes en miniatura que empezaron a aparecer al lado de los motivos que representaban estrellas puntiagudas.
Según explicó el historiador Luis Sibaja Chacón, “la obra ‘Boyeros, bueyes y carretas: Por la senda del patrimonio cultural’, de las investigadoras Cecilia Dobles, Carmen Murillo y Giselle Chang, apunta que la tradición de pintar las carretas inició en Costa Rica a mediados del siglo XIX, cuando la exportación de café posibilitó la importación de diversos productos. Uno de ellos era el polvo de minio (óxido de plomo) que disuelto en aguarrás daba un color amarillo rojizo. Su utilización fue por razones muy prácticas, pues se procuraba preservar la madera de las carretas, en especial las ruedas, del duro clima tropical”.
Es así como, para finales del siglo XIX o principios del siglo XX, inició la decoración de las carretas, con diferentes explicaciones sobre sus fuentes de inspiración. “Emilia Prieto señala un nexo con los diseños barrocos de la decoración de las iglesias, con sus recargados y coloridos motivos saturados de elementos vegetales. Otros autores, como Carlos Salazar Herrera, encuentran la inspiración del decorado de las carretas en el medio natural, en la rica y variada flora con la que conviven los campesinos”, apuntó Sibaja Chacón.
“Aunque su era de oro haya concluido, la carreta es en nuestro país uno de los legados materiales más importantes heredados de nuestros ancestros y el símbolo nacional, sin temor a equivocarse, de su espíritu de trabajo y su humildad, que la ha dejado inscrita en el alma de los costarricenses (…). No solamente expresa folclore; aun cuando la sustituyen los modernos motores, todavía transita lentamente por los caminos. Su aroma no es solo de cafetal, también de trapiche y de leña; es la madrugadora, es la del sol cuando está en el cenit; infatigable por los caminos polvorientos o lodosos, por los trillos que se abrieron en la montaña virgen. Es también la asociación indisoluble de los bueyes y el boyero”. (Costa Rica, sus símbolos nacionales, Ana Patricia Pacheco Ureña; Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, Primera Edición, 2010).
La carreta y los bueyes, tuvieron gran relevancia para los antepasados, ya que representaron el medio de transporte del acarreo del grano de oro. Además, se constituyó en un puente de progreso, ya que, en su tiempo, fue la herramienta primordial para la construcción de edificaciones, templos y poblados y la recolección de los cultivos.
“Después de 1960, la mecanización de la agricultura desplazó en mucho a la carreta; sin embargo, esta aún permanece. Se la encuentra en los valles altos, en los cafetales extensos de tierras empinadas, en las zonas quebradas o retiradas del territorio costarricense”. (Costa Rica, sus símbolos nacionales, Ana Patricia Pacheco Ureña; Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, primera edición 2010).
Origen del desfile de boyeros
El origen de los desfiles de boyeros, según explicó el historiador Sibaja Chacón, se relaciona de forma estrecha con la religiosidad popular y, al parecer, surgieron en la segunda mitad del siglo XIX vinculados especialmente con el culto a San Isidro. Con el tiempo, estos desfiles se convierten en un elemento fundamental de las acostumbradas fiestas patronales de las comunidades campesinas.
“Contamos con interesantes y detalladas descripciones de esta actividad, como la realizada en 1923 en San Isidro de Coronado y en 1940 en Escazú. Por su carácter nacional, que rebasó el marco local, se destaca el desfile realizado el 15 de septiembre de 1935 en San José. Esta actividad, que incluía también premios a las carretas mejor pintadas, fue organizada por distinguidas personalidades de la época, como Emilia Prieto, Carmen Lyra y Teodorico Quirós. Aquí ya aparece muy claro el valor simbólico del boyeo y la carreta en la cultura nacional”, indicó el historiador.
En la actualidad, los boyeros participan no solo en celebraciones religiosas, sino también en festivales relacionados con tradiciones locales, conmemoraciones cívicas de nivel regional o nacional, entre otras. Además, en muchas comunidades se organizan con las asociaciones de boyeros para participar en las festividades de distintas comunidades.
Vida de boyero
Javier Chaves Sánchez es boyero herediano de oficio; inició cuando era niño con su abuelo y tíos. Hace 10 años que cuenta con sus seis yuntas propias y comenta que la relación que existe entre el boyero y los bueyes es muy especial “es muy buena, se forma una triada que es el complemento entre los bueyes y boyero”.
Según Chaves, la vida del boyero no es fácil y ha sido así desde tiempos remotos: “la vida del boyero de antes, en lo que recuerdo y me han contado boyeros ya muy veteranos, era muy bonita y difícil a la vez, porque era casi dedicación completa a largas jornadas de trabajo, ya sea llevando viajes de granos, hortalizas, leña, entre otros, desde San Isidro hasta el Mercado Central de Heredia y en ocasiones a San José, lo que significaba levantarse a las dos o tres de la mañana para empezar el viaje”, explicó.
Para Chaves, estas celebraciones no deben olvidarse en la cultura costarricense y más bien deben fomentarse en las nuevas generaciones; “se debe conmemorar porque el boyeo fue uno de los pilares para el desarrollo del país en tiempos pasados y hoy aún se mantienen en la labor de la agricultura y transporte, por esa razón cada vez que logramos asistir a un desfile nos sentimos muy orgullosos por mantener la tradición viva a pesar de los obstáculos”, finalizó.