Pableños y religiosas de La Asunción reabrieron antiguo templo luego de reforzar su estructura
Apego de ciudadanos por templo patrimonial hizo posible la restauración que ascendió a ¢102 millones de colones
Templo está abierto todos los días, de 8:30 a.m. a 11 a.m., y se oficia eucaristía cada viernes, a las 5 p.m.
El antiguo templo de San Pablo Apóstol, en Heredia, -actualmente templo de La Asunción, por estar a cargo de las Hermanas Misioneras de esa orden religiosa-, reabrió sus puertas este mes de junio, luego de permanecer cerrado por daños ocasionados en el terremoto de Sámara de 2012.
La añosa estructura de adobes se asienta desde 1863 en esa comunidad herediana conformada, principalmente, por agricultores que buscaron ampliar la frontera agrícola del Valle Central a finales del Siglo XVIII.
Tras siglo y medio de estar asentado allí, sin bases en sus muros de tierra, el fuerte sismo agrietó las columnas internas, principal sostén de la cubierta del templo. A raíz de esto, la tarea más urgente era realizar un reforzamiento estructural a estas columnas, así como incluir vigas -ya que el techo carecía de estas-, que contribuyeran a soportar la carga, sin tocar sus viejas paredes de adobes.
Bingos, rifas y ventas. La tarea que emprendió la Comisión Pro-restauración y las religiosas, no fue fácil. Empezaron realizando bingos, ventas de “cachivaches”, pan casero y tamales hechos por las monjas; pero cayeron en cuenta que este era un lento camino para reunir los ¢102 millones de colones que costaron las obras.
La rifa de un automóvil y donaciones mayores dieron el último empujón al reforzamiento que necesitaba el templo. Además, se logró cambiar la instalación eléctrica y dotar al inmueble de alarmas contra incendio y, de esta forma, dejarlo más protegido. Finalmente, la pintura también llegó por donación.
“Cuando abrimos de nuevo la gente estaba feliz, se abrazaban a las columnas y otros sonaban las campanas. Aquí, si abrimos la puerta, se nos llena. El pableño ama esta iglesia, gracias a Dios, por eso hemos logrado hacer alguito (las obras). La mayoría ha celebrado aquí un quince años, un matrimonio, un bautizo y, en nuestro caso, las consagraciones”, apuntó Liribet Torres, religiosa de las Hermanas Misioneras de La Asunción.
Las obras efectuadas en el templo de La Asunción son un claro ejemplo de cómo los ciudadanos, cuando se identifican y valoran su patrimonio, logran restaurarlo.
“Cuando la comunidad se organiza y toma un papel protagónico, invirtiendo y dando seguimiento a las obras, los resultados por lo general son muy buenos y es señal de que se va a dar un buen mantenimiento a futuro, porque hay una comunidad que aprecia y respalda su patrimonio”, destacó Diego Meléndez, director del Centro de Patrimonio Cultural.
Las limitaciones presupuestarias no permitieron que la institución gubernamental invirtiera en la restauración, pero siempre se les acompañó en el proceso con asesoría profesional y supervisión de los trabajos realizados.
“Aunque fue duro, somos conscientes de que cada pueblo debe hacer lo que hicimos, porque esto (el templo) es del pueblo; lo que había que hacer era un movimiento y crear consciencia en la gente. Ahora lo que necesitamos es que continuemos contribuyendo para seguir manteniendo lo que nos costó reabrir y no perderlo”, señaló Isabel Benavides, presidente de la Comisión Pro-restauración del templo.
Inicialmente el presupuesto era de ¢200 millones de colones, el doble de lo invertido. Según Benavides y la hermana Liribet, queda pendiente mejorar las aceras y los jardines de los alrededores, hacer una rampa de entrada y colocar una verja, dotar al templo de un equipo de sonido, cambiar los vitrales y darle el acabado marmoleado a las columnas que fueron intervenidas.
Develan sector que evidencia construcción de 1863. Parte importante de las obras, fue eliminar una especie de estructura para el coro que había sido añadida y que no aportaba valor patrimonial a la edificación.
“El trabajo rescató en la parte de la entrada la apariencia original del templo de mediados del siglo XIX, donde teníamos una iglesia mucho más sobria y austera, con columnas de madera y sin cielorraso. Posteriormente, se mantiene el cielorraso y las decoraciones de influencia neoclásica con un colorido muy interesante, de principios del siglo XX”, destacó Meléndez.
La hermana Liribet comentó que este espacio se considera una “ventana histórica” que permite ver en una parte la sencillez de cómo fue construida la ermita en el siglo XIX, lo cual contrasta con las decoraciones del cielorraso y las columnas que fueron incorporadas en la remodelación de 1919.
Un templo muy especial. La pequeña iglesia es muy especial. Según la religiosa, el pintor extranjero J. M. Monfort, contratado para trabajar en el Teatro Nacional de Costa Rica, y que se quedó viviendo en San Pablo, fue quien realizó las decoraciones del cielorraso, las que concluyó en 1920.
Posee la pila bautismal original de piedra, la cual está ubicada a la entrada, según era la usanza del siglo XIX. Además, los Caballeros del Santo Sepulcro están muy felices por poder recuperar hace algunos días la imagen del Cristo Yacente, que ya descansa a la entrada, en el lado contrario de la pila bautismal. Las campanas también son originales, una data de 1861 y la más pequeña, de 1888.
Otro dato interesante que corrobora la antigüedad y originalidad del templo es que su altar cuenta con una piedra ara incrustada. Esta piedra, que anteriormente era ubicada en el altar de los templos y sobre la que se posaba el cáliz en la eucaristía, está hecha con reliquias de santos mártires, en este caso: Celestino y Agapito.
El antiguo templo de San Pablo Apóstol fue declarado patrimonio histórico-arquitectónico en febrero de 2002 mediante el decreto ejecutivo Nº 30118-C. Parte de las razones de su declaratoria es que se consideró que “constituye un valioso documento arquitectónico como testimonio de la utilización de la técnica constructiva del adobe, hoy día en desuso”.
Además, “su espacio interno posee una rica ornamentación plástica, compuesta por pinturas en cielorrasos, arquerías, tratamiento de columnas, nichos y pisos que expresan los ideales plásticos compositivos de la época en que la iglesia fue remodelada en 1919”, destaca el decreto.
Luego de permanecer cerrado por varios años, el templo vuelve a tañer sus viejas campanas y a abrir sus puertas para los feligreses de San Pablo. Todas las mañanas permanece abierto de 8:30 a. m. a 11 a. m. y cada viernes hay misa a las 5 p.m. Como el aforo a la Eucaristía es limitado a 30 personas, las interesadas deben inscribirse previamente llamando al número: 2237-0737.
Fotografías: 1. Fachada principal del templo de La Asunción, antigua iglesia de San Pablo, construida en adobe en 1863. Por: L.López, CICPC. | 2. Con sumo cuidado se bajó todo el cielo raso para agregar las vigas de metal y se volvió a colocar cada pieza en su lugar. Por: V. Solórzano, CICPC. | 3. Sector del cielo en la entrada (ventana histórica) que se develó para ver cómo era la construcción original del templo en el siglo XIX. Por: L.López, CICPC. | 4. Decoraciones en el cielo raso que fueron parte de la remodelación hecha en 1919. Por: L.López, CICPC.