Entrevistas a Premios Nacionales 2020 Gustavo Fallas Artes Audiovisuales
“El patriarcado deja una huella en la vivencia masculina que, en algunos casos, se vive desde el privilegio, pero también se vive en el dolor”, Gustavo Fallas, cineasta
Director de cine obtuvo el Premio Nacional de Artes Audiovisuales Amando Céspedes Marín 2020, en Mejor Dirección, con el largometraje Río Sucio.
Gustavo Fallas es un director de cine, que, desde una muy temprana edad, tuvo una relación fuerte con el mundo de las artes y una urgencia constante por contar historias desde la pantalla grande.
Precisamente, fue la producción y dirección del largometraje “Río Sucio” que lo convirtieron en el galardonado con el Premio Nacional de Cultura en Artes Audiovisuales Amando Céspedes Marín 2020, en la categoría de Mejor Dirección.
Fallas es egresado del Conservatorio de Castella, en donde se especializó en Teatro y tuvo la oportunidad de participar en varias producciones, lo cual le permitió estar rodeado de todos los preámbulos de la representación escénica.
Su interés por la producción cinematográfica comenzó a los 10 años edad, cuando tuvo la dicha de ser seleccionado para interpretar al personaje principal de una película producida dentro del centro educativo, y en donde conoció al director Víctor Vega, a quien considera como una de las personas que más lo marcaron durante su juventud.
Fallas fue guionista, productor y director de cortometrajes como “La piñata” (1995), “Variaciones sobre un mismo crimen” (1998), “Atrapar un ruiseñor” (2005) y “Bajamar” (2009). Además de su largometraje de ficción “Puerto padre” (2013) el cual recibió el Zenith de Plata a la mejor ópera prima en el Festival des Films du Monde de Montreal.
De acuerdo con el jurado de los Premios Nacionales de Cultura en Artes Audiovisuales Amando Céspedes Marín 2020, “Río Sucio” logra plasmar con eficacia y equilibrio “los elementos narrativos, actorales y estéticos en una atmósfera onírica y de intriga, la cual logra mantener la tensión a lo largo del relato”.
En entrevista con la Unidad de Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud, Fallas comentó acerca de su vida artística y profesional, además de ciertos aspectos durante la producción del largometraje “Río Sucio”. A continuación, un extracto:
¿Cómo se describiría Gustavo Fallas como persona, como artista y como profesional?
Soy, esencialmente, el producto de un proyecto socialdemócrata costarricense, porque mis estudios los realicé en el Colegio Conservatorio Castella, que tiene como objetivo educar a las nuevas generaciones en el arte, y eso me marcó profundamente, ya que nosotros pasamos nuestra infancia rodeados de música, artes plásticas, danza y teatro.
Particularmente, me especialicé en teatro y teníamos la gran dicha de tener, como parte de las instalaciones del colegio, un teatro, entonces también pasamos mucho tiempo entre bambalinas, en camerinos, en parrillas con luces, telones y con todos los preámbulos de la representación escénica. Además, me marcó la figura del director, que era el maestro Arnoldo Herrera, quien tenía una visión que considero escasa y rara en el mundo, ya que tenía la idea de que el ser humano tenía como objetivo principal la felicidad y que era más importante ser, que tener. Entonces, toda esa filosofía, todo ese ambiente artístico fue fundamental para que, al igual que yo, una gran cantidad de jóvenes nos iniciáramos en el arte y quisiéramos dedicar nuestra vida al arte.
Estando en el Conservatorio, como a los 10 años, me vinieron a buscar para que estuviera en el casting de la película ‘La mancha de grasa’ que estaba por hacerse en el colegio, pues era un lugar ideal para promover la producción cinematográfica, que, en ese momento, era muy rara en el país, y eran esfuerzos pioneros. Participé en el casting y tuve la dicha de ser elegido como el protagonista de la historia, entonces, al participar en esa experiencia, me permitió conocer al director de la película, Víctor Vega, que fue un pionero del cine costarricense y participar de ese mundo tan mágico en la realización de una película, que a pesar que era pequeña, tenía todo el hechizo de la puesta en escena.
¿Cómo fue su experiencia estudiando en el exterior?
Estando en ese proceso de desarrollo me fui para Canadá, con una beca, y estudié Guion Cinematográfico, y tuve la oportunidad de conocer la cinematografía quebequense, la cual está, hasta cierto punto, bajo amenaza. Es una cultura que tiene una dimensión muy profunda sobre su lengua, representación teatral, cinematografía y danza; y está apoyado, al mismo tiempo, por toda una política estatal, porque, al estar rodeado de toda la cultura angloparlante, el mantener una cultura propia les ha formado un esfuerzo mayor o una conciencia mayor. Ellos son conscientes de la importancia que tiene el desarrollo cultural para poder mantener una identidad viva y producir económicamente, porque esa característica es la que los distingue y les da un lugar en el mundo, y el poder comprender eso, yo, en acción, viéndolo desde muchas perspectivas, y teniendo maestros que me ayudaron a tener una visión política con respecto a la importancia de la cultura, fue fundamental en mi desarrollo. Entonces, creo que soy producto de todas estas cosas, donde se combina la acción cultural, la pedagogía, y la acción política.
Una vez que regresé de Canadá, estuve participando en algunas iniciativas cinematográficas en Costa Rica, entre ellas tuve la oportunidad de ser guionista de la serie ‘El Barrio’, en donde hubo una gran cantidad de profesionales que venían de diferentes escuelas del mundo: Rusia, Argentina, Cuba, e incluso gente que se había preparado en otros lugares y tenían su carrera acá; además de actores y maquillistas. La guía de Óscar Castillo, quien para mí también fue un encuentro muy importante, porque, de alguna forma, él no solo había sido pionero del cine centroamericano, sino que también concebía el cine dentro de un punto en donde coinciden los planteamientos artístico, industrial y productivo. Estando en ese proceso, tuve la suerte de que el Ministerio de Relaciones Exteriores francés tuviera una beca en el programa de documentales en París, en La Fémis y fui seleccionado. A partir de ahí empezó un viaje en Europa, que fue muy intenso y que se llevó un buen periodo de mi vida. Posteriormente, me fui para España y ahí me dieron otra beca, me la dio la Cooperación Española, y pude ser asistente en una productora cinematográfica. Durante ese tiempo tuve un aprendizaje bien intenso, y después de estar en Madrid por casi más de dos años, decidí irme para Inglaterra, y ahí tuve la oportunidad de hacer una serie de encuentros y proyectos cinematográficos.
¿Cómo surgió la idea de “Río Sucio”?
Surge a partir de una historia de un hombre que conocí y que me había marcado profundamente, ya que estuve frecuentando a esta persona durante un tiempo. Vivía muy alejado en un rancho, y él tenía la característica que estaba siempre en pugna, sospechando de lo que podía hacer un vecino, que era el único que tenía en kilómetros a la redonda, y eso me resultó muy simbólico, el estar tan alejado en la montaña, vivir tan solitario y tener un único vecino, y que de pronto se convierta en la causa de tus sospechas, y con eso me surgió una especie de resorte para una historia, porque sentí que había un reflejo de eso que estaba viendo en nuestra contemporaneidad, como una sospecha constante del ‘otro’, uno más imaginario que real, de pronto se convierte en la causa de nuestros discursos.
Me refiero con la ‘otredad’ que puede ser más imaginario que real, o incluso, más que una persona, es un concepto. De pronto es el otro gay, el otro migrante, el otro religioso, el otro no religioso, como algo parecido a eso. De pronto parecía que en nuestra contemporaneidad volvía a surgir como una especie de motivo de un discurso y una energía que considero que nos puede llevar a la fatalidad, y que, además, con las redes sociales, es un discurso que se ha enfatizado, porque ese otro ocasionalmente se vuelve más una idea que una realidad.
¿Cómo fue el proceso creativo para concebir esta película?
He estado interesado en desarrollar muchos de mis proyectos cinematográficos, tanto en cortometrajes, como en los largometrajes, acerca del patriarcado, visto y vivido desde la masculinidad. Para mí, el patriarcado deja una huella en la vivencia masculina que, en algunos casos, se vive desde el privilegio, pero también se vive en el dolor. La inoculación de la masculinidad no está exenta de una huella de dolor, sobre todo en sociedades machistas, como la nuestra, eso incluye una forma de relacionarnos con el mundo, las cosas, la familia, las mujeres y los otros; casi siempre marcado por la violencia, ya sea de palabra, de actos, estructural, y todas estas características me han gustado incorporarlas en los proyectos que he estado trabajando, desde una vivencia también personal, de cómo he comprendido ciertas cosas.
Entonces, para mí, esta historia de Víctor, el ermitaño, tenía una marca patriarcal muy grande, que tenía que ver con una violencia que se había producido en su niñez y que esa violencia lo había marcado de tal forma que el personaje reaccionaba en su vida con respecto a esa misma violencia. A veces, incluso a contrapelo de lo que podría ser su deseo, en algunas ocasiones tengo la sensación que cuando no somos conscientes de las huellas que se han producido en nuestra vida y que marcan nuestra psique y nuestras acciones, ocurre que volvemos a repetirlas y a veces las representamos otra vez, como victimarios, a veces como víctimas y a veces colocamos a los otros en estas acciones. Entonces como muchas de estas acciones están vivenciadas desde el silencio, y desde el ‘así son las cosas’ no hay una consciencia, ni un apalabramiento de lo sucedido, y tendemos a repetir escenarios dolorosos, creo que eso era algo que quería elaborar en esta película de Río Sucio, cómo, a veces desde el silencio y una violencia contenida, se vuelve a repetir un escenario que puede ser trágico.
¿Cuál fue el reto más grande y el aspecto que más lo enorgullece de todo el proceso de producción?
Siempre hacer una película es una faena muy compleja, está lleno de muchos retos, y tienes la sensación que ya lograste uno y luego vienen otras cosas, y vas pasando a través de muchos obstáculos, entonces, realmente no puedo enfocarme en uno en específico, pero creo que lograr pasar por esos obstáculos, es el mayor orgullo. Lograr producir una obra que, de última instancia, se entrega al público, que es posteriormente del público, y que tiene esta particularidad del cine, que puede que yo no esté presente, pero de pronto alguien la vio, tuvo una comunicación con la obra que es suya, y que, incluso, trasciende a otros elementos que son mis objetivos, de pronto le comunica otras cosas. Ese es el gran orgullo y alegría de la creación, es que nosotros logremos concluir algo que empezó como una idea, que se va creando como una semilla que se va nutriendo para luego florecer.
La película trata mucho el tema de la paranoia y la territorialización, ¿Cómo se inspiró para abordar estos temas y llevarlo a un punto tan importante de la historia?
Siento que hay un personaje presente en la película que tiene que ver con el paisaje, y por lo tanto el territorio. Sin duda, uno de los elementos fundamentales del patriarcado, es la territorialización, el ‘esto es mío’. Cuando uno investiga un poco, me encontré con esta tensión que existía entre esta persona que yo conocí con su vecino, no era algo ajeno en la historia de nuestro país, que existe y está tipificado como ‘conflicto de linderos’, que incluso ha habido crímenes por eso mismo, que es porque ‘el otro se me está metiendo en la propiedad’. En el caso de Víctor, está muy marcado; en el caso de Lautaro, se podría comprender que él lo que hace es cuidar la casa de un patrón, y como parte de su trabajo, está el cuidar ese territorio.
Esa tensión de pensar ‘se nos metieron’, era fundamental para este conflicto, quería que se metaforizara este carácter de límites que plantea el patriarcado en su territorialización y que genera una tensión que es violenta. Por lo que, quería generar preguntas alrededor de eso, manifestar esa tensión, porque también siento que la misma se traslada a nuestra vida.
La película toma lugar en zonas muy montañosas, ¿Cómo fue la experiencia grabando en ese tipo de escenarios?
Cuando estaba desarrollando la escritura del proyecto empezó a surgir mucha bruma, sentía que esa niebla y ese paisaje era parte vital del relato. Con la productora Ruth Sibaja empezamos a buscar lugares en nuestro país en donde pudiéramos tener acceso a esa bruma, sin tener que producirlo nosotros, sino que estuviera en el paisaje. Pensamos directamente en la zona de Los Santos, que suele estar tupida de bruma. Nos fuimos para allá, estuvimos investigando y nos dijeron que el lugar donde siempre hay niebla es en El Cerro Chiral, en San Marcos de Tarrazú, y tuvimos la gran suerte de encontrarnos con toda una serie de condiciones que tenían que ver con lo que yo había estado elaborando en la escritura.
¿Me podría describir cómo fue el día que le notificaron que fue ganador de uno de los Premios Nacionales de Cultura 2020?
Fue un día muy enigmático, porque estaba recibiendo una noticia muy positiva como ésta, que ponía en valor todo el trabajo que habíamos llevado a cabo con el equipo en un tiempo tan complejo como es el de la pandemia, además de haber producido un estreno a contracorriente, desafiando nuestros propios paradigmas de cómo se debe hacer un estreno, pensando en si hacíamos un estreno en línea y posteriormente uno también en salas, pero, sin duda era una gran alegría poder compartir con mi equipo de trabajo y con quienes creyeron en el proyecto. Este reconocimiento es también una forma en que se le puede presentar la película al público diciéndole ‘esto ya obtuvo un reconocimiento’, de pronto puede que un galardón como éste permita que haya una cantidad de gente que quiera saber qué es lo que tiene la película, qué características tiene.
¿Cómo fue el proceso de llegar a la conclusión de realizar un estreno en línea?
Nosotros estuvimos seleccionados para el Festival Internacional de Cine del 2020 y estábamos muy emocionados porque vamos con la posibilidad de mostrar la película al lado de una gran cantidad de producción centroamericana muy notoria. Pocos días antes del estreno, sucedió que se vino el período del cierre que nos trajo la pandemia, claro, eso lo transformó todo, y al mismo tiempo nos transformó. Conforme fueron sucediendo los primeros meses, nos dimos cuenta que no podíamos estrenar como antes, pero para mí estar en línea es el último eslabón de un proceso que empieza en los cines; conforme fue avanzando el tiempo nos dimos cuenta que no podíamos guardar la película en un cajón esperando a que las cosas volvieran a una supuesta normalidad que no era algo que estaba por suceder de manera inmediata y por eso decidimos salir con una propuesta novedosa e inédita junto con Delefoco, quienes desarrollaron una plataforma de cine nacional y planteamos hacer un estreno en línea con una cantidad de público limitado. Como resultado, obtuvimos una hermosa respuesta de parte del público, además de una atención interesante de parte de ciertos medios de comunicación.
¿Qué les diría a todas esas personas que quieren trabajar en la industria del cine?
Esa pregunta también me la digo a mí mismo, y siempre me repito las palabras que decía mi maestro Arnoldo Herrera que son: “creer, crear y crecer”. Creer, que es posible creer en uno mismo; Crear, pasar a la creación a través de las dificultades, transformar los materiales y transformarse uno mismo en esos materiales para poder crecer, que es, en última instancia, lo más importante, la posibilidad de crecer como ser humano. El arte nos permite crecer como seres humanos, permite que, a través de lo que nosotros hagamos, las otras personas también se comuniquen con nuestras emociones y con nuestros sentimientos y eso es muy valioso para un momento como el que estamos viviendo. A pesar de todas las dificultades económicas, el arte es fundamental porque nos permite ser más humanos y tenemos que defender nuestra humanidad y el arte nos permite una conciencia de esa defensa del humanismo, de lo que nosotros somos.
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