“El premio ha sido llegar a un puerto hermoso después de 60 años de trabajo por la Cultura”
Polifacética, extrovertida, apasionada, visceral, fiel a sus ideales y resiliente; son tan solo algunas de las características que mejor describen a Arabella Salaverry Pardo, escritora costarricense que, en febrero de 2022, recibió con sumo agrado y sorpresa la noticia de convertirse en la acreedora del Premio Nacional de Cultura Magón 2021, que, en esta oportunidad, comparte con el artista plástico, Fernando Carballo.
Para Salaverry, la noticia de este premio representa una gratificación y reconocimiento a sus más de 60 años de trabajo en el sector Cultura y forma parte de una serie de buenas noticias y momentos vividos en los últimos cinco años.
Con su personalidad afable, una sonrisa en el rostro y calidez en sus palabras, esta escritora le concedió una entrevista a la Unidad de Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud, para compartir su historia, trayectoria, impresiones sobre la sociedad actual, así como sus proyectos y reflexiones acerca de la vida. A continuación, compartimos un extracto de la entrevista:
Primer encuentro con las artes. Salaverry, con la mirada puesta en la memoria y en recuerdos de la infancia, relata su acercamiento inicial con el arte, a través de lo plasmado en uno de los cuentos que forman parte de su libro “Impúdicas” y que lleva por nombre “La Vocación”.
“El cuento menciona la historia de una niña que al tener contacto con un espectáculo de circo y ver a una pequeña de una edad muy similar a la suya y que se presenta bailando una rumba, hace que la niña espectadora diga ‘yo quiero ser rumberita´. Esta es una anécdota personal; yo realmente fui esa niña que una vez fue a una función de circo en Limón y tuve esa experiencia. Dije sí, esto es lo mío, quiero estar en un escenario y sentir al público’, relató. Asimismo, señaló que, al proceder de una familia muy lectora, tuvo la oportunidad de desarrollar una gran pasión y aprecio por los libros, los cuales se convirtieron en su refugio durante una niñez muy solitaria.
“Empecé desde muy pequeñita, a los cuatro años de edad con los comics de ‘Lorenzo y Pepita’ y luego a los seis años, sabiendo leer, continúe con todo el periplo de lecturas que eran obligadas, en todo el buen sentido, para los niños y niñas: ‘Corazón’, ‘Heidy’, ‘Mujercitas’, una serie de libros que fueron marcando mi interés en la lectura. Yo no discriminaba, probablemente leí cosas absolutamente inapropiadas o en el momento que no debía, pero bueno leer a Curzio Malaparte a los once años y su libro “La Piel”, que narra los horrores de la Segunda Guerra Mundial o ‘Lolita’ a los trece años, era una locura. Cada vez que mis padres se iban, sabía que había libros que no tenía que tocar y ahí me iba de cabeza”, recordó la autora entre sonrisas.
“Creo que desde muy chiquita estuve involucrada con temas de Cultura y por consiguiente hay destinos que no se eluden.”, afirmó.
Espíritu resiliente. Su vida no ha sido fácil en muchos sentidos, entre ellos el familiar. De allí que la resiliencia, capacidad de lucha y la tenacidad, son parte de los aspectos que esta escritora ha incorporado a su vida. Su madre se divorció a los 18 años de edad, con la pequeña Arabella bajo su entera responsabilidad y con el compromiso de formar un camino y una vida para ambas.
Se describe como una nómada, desde pequeña. Su crianza se desarrolló entre el Caribe limonense y San José, donde su madre cursaba estudios universitarios. A manera de anécdota, comentó Salaverry: “Una vez hice un recuento de casas y creo que había vivido en 19 casas diferentes en un lapso de 20 años, pasaba una temporada con una tía, iba y venía”, recordó con cierto halo de nostalgia.
Incluso este modelo de vida se refuerza cuando realizó sus estudios de Bachillerato en Teatro, durante dos años en México, donde, reconoce, afrontó una época de mucha soledad, incomprensión e incluso sujeta a la crítica respecto a su dinámica de trabajo, horarios y demás aspectos vinculados a mi profesión. Esto aunado a que se casó con un funcionario internacional, lo que aumentó la constancia de sus viajes y el cambiar de país cada dos años, que para ella significó “una época de mucho desarraigo y mucha tristeza, definitivamente. Creo que en alguna medida una resiste o se muere; y yo opté por resistir”, señaló.
“Luego me divorcié, regresé a Costa Rica de nuevo; todas mis amistades de antes ya tenían su mundo encausado, yo era una extraña en el medio y tenía que abrirme un espacio. Yo diría que no ha sido fácil, uno encuentra las energías y la fuerza para lograrlo, no sé cómo, pero se hace. A las mujeres nos cuesta y tenemos que aprender a sobreponernos y aprender a resistir los retos que nos da la vida. Creo que en general, los seres humanos siempre tenemos la capacidad de sobreponernos y por más difíciles que sean las situaciones, encontramos más energía, más pasión y para no doblegarse”, indicó Salaverry.
Respecto a su inserción en el mundo de las artes en los años setenta, la artista admite que no fue sencillo. “Por suerte me pude incorporar en el Teatro Universitario, que lo dirigía Juan Katevas y quien comenzó a llamarme para varias obras y fue una temporada muy rica para hacer teatro, en la que, de igual manera, la Compañía Nacional de Teatro comenzó a llamarme. Pero del ámbito literario no hice ningún movimiento para acercarme y eso sucede muchísimos años después, casi a finales del siglo”, afirmó.
“En ese punto entré en contacto de nuevo con la Literatura y la edición. Acá entró en escena un detalle: muchas veces las mujeres desde nuestras inseguridades pensamos que nos tienen que reconocer desde afuera y que tiene que venir alguien a darnos una identidad. Yo no me podía autodenominar una escritora porque me daba vergüenza y un sentimiento extraño. Por suerte, el apoyo llegó en la presencia de Alfonso Chase, que en ese momento estaba como director de Cultura del Ministerio de Cultura y Juventud, y a quien en una ocasión le presenté unos textos. Días después me llamó y me dijo que el Consejo Editorial iba a publicar uno de los poemarios que le había llevado. De no haber sido por Alfonso, yo seguiría guardada; esa mano que él me tendió fue lo que me impulsó”, destacó la escritora.
A partir de este hecho, Salaverry manifiesta: “el consejo que puedo ofrecer a partir de esto es: no se queden a un lado, reconózcanse ustedes. Por supuesto que uno puede escuchar y crecer con las voces de afuera; pero si hay una necesidad imperiosa de ser y de hacer, adelante. No hay que quedarse a un lado, ni esperar que venga de afuera el reconocimiento”.
Al consultarle acerca de este período de su vida, Salaverry enfatizó “estoy feliz porque esto es lo que me gusta, me siento una mujer plena en este momento y con veinte mil proyectos más”, aseguró la escritora con mucha satisfacción.
“Actualmente tengo cerca de 14 obras publicadas. Muchas veces las personas me dicen ¿Cómo produce o cómo tiene tantas obras?, pero ese es el material de toda la vida; principalmente creado después de cumplir con la vida familiar. Antes escribía en la madrugada a oscuras o escribía el inicio de un sueño para luego consignarlo como un cuento, a veces me sentía como una ladrona de mi propio tiempo, pellizcando el tiempo para poder escribir y producir. Ahora dedico el tiempo que necesito a trabajar”, amplió la autora.
En un recorrido por sus obras, Salaverry reafirma que hace uso de la auto ficción como tendencia para recurrir a la memoria, como lo hace en su obra “Rastro de sal”, basada en gran parte en las historias que escuchó de su familia. “El personaje de la famosa Candelaria Figueroa existió, la historia posiblemente no fue como está contada en la novela, pero sí fue una de las fundadoras del primer asentamiento de Limón que se llamó La Aldehuela de Moín. Yo situé cómo sería la vida íntima y el perfil de ese personaje, me lo inventé, pero está basado en varias de las historias que había escuchado”, señaló.
“Yo no soy muy imaginativa para escribir, me baso más en las experiencias, tanto mías como de otras personas cercanas. Creo que desde la empatía uno puede ponerse en la posición del otro y pensar cómo me sentiría sí me hubiese sucedido a mí; eso creo que tiene que ver con la disposición del teatro, que uno se inventa los personajes y usa el ‘sí condicional’. En el teatro uno parte de la memoria sensorial y quién te dice que eso se mezcla con la literatura”, comentó la artista.
“Creo que los escritores y escritoras tenemos que vivir atentos a lo que sucede alrededor nuestro, de ahí nos alimentamos; hay gente mucho más intelectual, por decirlo así, que se propone un tema e investiga al respecto”, afirmó.
Sororidad desde la literatura. Su interés por abordar temáticas que reflejan las realidades y situaciones en las que las mujeres son las protagonistas, responde en parte a una anécdota familiar: “Cuando mi madre entra a la universidad, entre los años 1948-1949, lo primero que le dice el decano de ese momento fue ‘Mejor váyase, aquí no queremos mujeres divorciadas; usted no se va a graduar’, eso yo lo escuché en algún momento y si miramos alrededor sigue sucediendo”, indicó Salaverry.
“Estamos rodeados y rodeadas de una serie de situaciones que atañen a la condición femenina y que son de una gran violencia. Por ejemplo, el tema del acoso, es algo que no disculpo ni perdono. Como niña viví muchas situaciones de acoso sexual y todo esto te va marcando y haciéndote ver con una mirada más crítica de lo que sucede. Si tenés voz, te ves es una necesidad imperiosa de usarla para denunciar y apoyar también. El destino del silencio es una marca muy terrible y dolorosa, y muchas mujeres vivimos en el silencio”, expresó Salaverry.
“Creo que todas estas situaciones se mezclan y aun cuando hemos logrado tanto -en materia de género y derechos- de pronto, siento que de alguna manera hemos retrocedido en los últimos años. Ahora se ve con la misma frivolidad la muerte de una mujer, que el robo de una bicicleta. En la crónica roja se trata igual”, enfatizó.
Reafirmó que “todo eso obliga a levantar la voz y tratar de mover conciencias que esto no puede seguir pasando. Las mujeres somos más del 50% de la población y evidentemente, merecemos el respeto que cualquier ser humano se merece, entonces no podemos ser consideradas de segunda categoría. “Creo que todas estas circunstancias me han movido a hablar mucho, desde la voz de la condición femenina. Debemos seguir con los esfuerzos y ser una cadena donde cada mujer le abra espacio a las que vienen, las que están al lado; eso es muy importante. Ya lo decía Simone de Beauvoir, que las mujeres mismas desconocemos la sororidad y nos alíanos, por decirlo de alguna manera, con el opresor. Hay que aprender a analizar las situaciones desde nuestra condición de mujeres y estos espacios hay que irlos construyendo y si existen en pequeño, hay que hacerlos crecer”, señaló.
La llegada a un “puerto feliz” un reconocimiento a su trabajo. Para la autora, la mañana del 3 de febrero de 2022 quedará en la memoria como uno de sus recuerdos más gratificantes, a partir de una llamada mediante la cual le comunicaron que sería galardonada con el Premio Nacional de Cultura Magón 2021.
Al consultarle respecto a ese momento, Salaverry, con evidente alegría en su voz y un brillo especial en sus ojos, detalla que “fue un momento de mucha emoción, tenía un pequeño presentimiento que no era muy claro, pero dije: no hay que hacerse ilusiones. El premio ha sido llegar a un puerto muy hermoso, después de 60 años de trabajo, aquí estoy y seguiré hasta que tenga aliento; trabajando desde la instancia que me gusta y que siento necesaria, que es justamente darles voz a muchas mujeres que no la tienen. Y a las que sí tienen esa voz, contribuir con mis reflexiones”.
Comentó que su postulación para este premio responde a una iniciativa de cuatro poetas y muy buenas amigas suyas: Lucía Alfaro, Olga Goldenberg, Jeanette Amit y Sylvia Castro; quienes, en un claro ejemplo de sororidad, se dedicaron a recopilar y documentar los 60 años de trabajo realizado por Salaverry. “Las amo, les digo que son mis cuatro mosqueteras. Se encargaron de hacer todo, llevar a imprimir todas las informaciones”, reconoció la poeta.
Describe que “ese día en la mañana, cuando me llamó la señora ministra de Cultura y Juventud, fue una emoción muy grande. Es decir: que lindo todo esto, que se reconozca y como que el trabajo no ha sido en vano. Esto es una justificación a todo el esfuerzo, me genera una sensación muy hermosa y emocionante recibir un reconocimiento de este tipo. Estoy profundamente agradecida con el jurado, con el Ministerio de Cultura y Juventud, con el país y las personas que están cerca mío con todo el tema de la creación; y saber que también les pertenece a todas las mujeres que están alrededor mío, trabajando”, señaló emocionada.
Respecto a compartir el Premio Magón con el artista Fernando Carballo, Salaverry expresó “estoy sumamente feliz, admiro profundamente a don Fernando. Lo conozco desde toda la vida y creo que era de absoluta justicia que recibiera el premio. Además, en otro momento, con otro tipo de jurado y en otra coyuntura, creo que habría sido difícil que a él y a mí nos premiarán. Nosotros tenemos un compromiso militante, somos voces que nos hemos decantado por la denuncia, él desde su escultura y yo desde mi pequeño espacio; creo que era el momento justo de que se diera así y para mí ha sido un honor increíble compartir con una personalidad como Fernando”, concluyó.
Poesía y literatura, herramientas para la transformación. Para Salaverry, la poesía tiene un poder inmenso desde la estimulación cerebral y creación de nuevas conexiones cerebrales que promueven la inteligencia: “Si quieren aprender el mundo de diversas maneras, lean poesía”, afirmó. De allí la importancia de promover este arte.
Considera importante despertar en la sociedad el interés por la poesía, por ello, “desde la primera infancia, se debe hacer esfuerzos para acostumbrar y familiarizar a los niños y niñas a escuchar y leer poesía. Hay tantas poesías como poetas hay, cada uno le marca una perspectiva distinta al encuentro con la palabra y cada poeta tiene la potestad de interpretar al mundo a su manera, desde su voz poética. Entonces es un abanico de posibilidades enorme la que proporciona la poesía, porque hay tantos puntos de vista y temas por desarrollar desde lo social, lo político, de denuncia”, explicó.
Añadió que “cada forma poética te llama a diversos mundos, entonces la gama es infinita. Adentrarse en la poesía, es adentrarse en el conocimiento más profundo, creo que es casi un instrumento para hacer filosofía, para juntarnos por la vida y encontrar respuestas y organizar respuestas que no están sistematizadas o que en ocasiones nos conducen al caos; lo que nos permite pensar mejor y más profundamente”, concluyó.
Próximos proyectos. Al respecto, la autora manifestó: “actualmente trabajo en tres poemarios: uno contiene poemas relacionados con la muerte; el segundo es una antología personal de poesía que tiene que ver con la condición de la mujer, con algunos poemas nuevos y otros viejos, pero estoy tratando de organizar un libro exclusivamente con esta temática. Finalmente, tengo otro temario que está listo y se llama ‘Otras lunas’, tiene que ver con viñetas personales de las distintas ciudades que me ha tocado visitar en este peregrinaje tan largo por la vida”.
Adicionalmente, está trabajando una novela que se llama “Nosotras”, para cual indica aún está en un proceso de reposo, mientras introduce nuevas perspectivas.
Después de este recorrido por la vida de la escritora, sus luchas y logros, al consultarle acerca de cómo sería su conversación con la Arabella del futuro, manifestó: “le diría que no es necesario sufrir tanto, que está bien la intensidad, pero el sufrimiento no. Yo sufrí mucho y le diría que se vale ser intenso pero que la vida tiene momentos amables y momentos amargos; y que muchas veces los momentos amables terminan primando. Le diría ‘no le pongas tanta espuela a la vida’, como decía mi madre y le recomendaría que viviera con un poquito más de tranquilidad”.
Fotografías: Max Arce, facilitadas por Arabella Salaverry, Premio Nacional de Cultura Magón 2021