Escultor José Sancho: “Esto surge espontáneo, indómito y primitivo de las propias entrañas”

  • Artista autodidacta ha expuesto su obra en Francia, Estados Unidos, Bélgica, Canadá, Alemania, Turquía y Costa Rica

  • Obras monumentales de Sancho pueden apreciarse en diferentes puntos de San José, Limón, Heredia, Cartago y Guanacaste

Bello Horizonte de Escazú alberga un rincón muy particular, en el que conviven diferentes especies de aves: pelícanos, colibríes, pingüinos; un sitio donde los cardúmenes y las tortugas dialogan en verdes escenarios con armadillos, osos hormigueros, elefantes, antílopes y hasta con las serpientes, todos acompañados por el armonioso canto de aves que se posan en los árboles que crecen alrededor.

Estos animales forman parte de la creación artística del escultor costarricense José Sancho, que, tras sus 45 años de trayectoria, acumula en su haber cerca de mil piezas escultóricas hechas en madera, piedra, mármol, granito o hierro; muchas de las cuales hoy deslumbran con su belleza en el jardín escultórico que bordea su morada-taller.

Además de las piezas inspiradas en animales, en el jardín escultórico resaltan obras de mayor tamaño que asemejan plantas, construidas en hierro y pintadas de rojo, para destacar del tono verde de la naturaleza. No sería extraño encontrar también, en ese espacio, figuras que representan a la mujer, talladas en madera o mármol, en las que se sobresale su sensualidad y erotismo.

En enero anterior, el Ministerio de Cultura y Juventud anunció que José Sancho Benito resultó galardonado con el Premio Nacional de Cultura Magón, máximo reconocimiento que otorga el Estado costarricense a la trayectoria de toda una vida. El jurado indicó que este premio es otorgado a Sancho, quien “por largos años ha desarrollado un intenso trabajo creativo, plasmado en obras escultóricas, que enorgullecen al país y a Latinoamérica, y lo proyectan al mundo: una amplia producción de gran valor ético y estético que, en su mayor parte, ha sido concebida como arte público”. En efecto, es muy probable que, al caminar por San José, se puedan divisar esculturas del maestro Sancho en sitios como la Avenida Central o la Universidad de Costa Rica; también existen obras expuestas al público en Escazú, Pocora de Limón, Santo Domingo de Heredia, Cartago y Papagayo, Guanacaste

Maestro autodidacta. 

José Sancho nació el 18 de abril de 1935, en la provincia de Puntarenas, Costa Rica. Dedicó buena parte de su vida al trabajo de economista, ámbito en el que logró una destacada trayectoria.

Fue precisamente a la edad de 39 años, cuando ejecutó su primera obra escultórica denominada “Alacrán”, utilizando hierro de desecho, por inspiración del maestro Pablo Picasso y su obra “Cabeza de toro”.

 

Posteriormente, siguiendo el consejo de su amigo Rafa Fernández (1935-2018), se atrevió a dejar volar su imaginación y poner en práctica su talento, para dar forma a múltiples y muy variados animales, utilizando piezas metálicas encontradas.

 Para conocer más sobre su trayectoria, su inspiración y sus motivaciones, la Oficina de Prensa y Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud, conversó con el Magón 2018, a pocos días de la entrega de los Premios Nacionales de Cultura, cuya ceremonia de gala será el martes 28 de mayo de 2019, en el Teatro Nacional de Costa Rica. A continuación, un extracto de esa entrevista:

¿Cuáles fueron sus primeros acercamientos con la escultura?

El gran pintor Rafa Fernández, viendo unas pinturas mías y unas primeras esculturas, hechas con residuos metálicos, me sugirió sabiamente hacer una exposición de esculturas. Me dijo que hiciera más piezas, de esas de chatarra, y él organizó dentro del entonces Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, mi primera exposición.

Aquella exposición se inauguró el 18 de abril de 1974, en los jardines del Teatro Nacional de Costa Rica; ahí comenzó mi acercamiento a la escultura. Fue a partir de ese entonces que dejé de pintar, porque lo hacía como un aficionado. Seguí haciendo objetos a partir de piezas encontradas, chatarra metálica, desechos industriales, y después, ya poco a poco, fui entrando a la talla directa; propiamente en madera, luego en piedra y posteriormente, cerca de diez años después, el mármol y el granito.

¿De qué manera surge esa necesidad de juntar piezas de desecho y convertirlas en animales?

Había tenido oportunidad de ver esculturas en otras partes del mundo; principalmente de un rumano que se hizo francés, llamado Constantin Brâncuși, que me inspiró para hacer las estilizaciones y las síntesis que posteriormente apliqué en animales y figuras, utilizando principalmente mármol.

La ventana se me abrió, muy de par en par, cuando tuve oportunidad de ver una obra de Pablo Picasso en el Museo Picasso de París, hecha de manera muy sencilla con dos objetos encontrados: el asiento y el manubrio de una bicicleta; el artista los colocó uno sobre el otro, sin mayor trabajo; simplemente los ensambló e hizo lo que se conoce como “Cabeza de toro”.

Esa obra me inspiró y fue con la que dije: ¡Hombre! Yo podría hacer esculturas como esa, utilizando piezas encontradas de metal y ensamblándolas. De ahí surgieron mis primeros animales, después de un trabajo de recoger piezas en depósitos de chatarra, buscar que de alguna manera me sugiriesen una forma animal y hacer el animal con el propósito de expresar el contenido más específico de alguna pieza, como, por ejemplo, un conjunto de jirafas o una cabra.

También había visto una cabra de Picasso, no necesariamente hecha con objetos encontrados, pero sí complementada con objetos encontrados y bronce fundido. Ahí fue donde llegó la inspiración, ahí fue donde me surgió la idea de dedicarme casi exclusivamente a la escultura, porque antes me dedicaba a la Economía, como asesor. Me había graduado con Licenciatura en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica, pero eso lo cerré; cerré ese capítulo y me dediqué a hacer esculturas, primero ensamblando objetos encontrados, y ya después, tallando materiales duros, como la piedra, el granito, la madera dura y posteriormente, años después, construyendo estructuras de tamaño monumental a partir de hierro, el cual se dobla, se suelda, se corta, se pinta y se ensambla, a partir de proyectos hechos previamente en madera o en dibujos.

¿Fue difícil dejar su carrera de economista para dedicarse exclusivamente a la escultura? 

Fue difícil, porque trataba de dejar una profesión que ejercía muy satisfactoriamente y entrar en otra labor totalmente distinta, que no tenía que ver nada con lo que había estudiado, porque ni siquiera había estudiado arte, mucho menos escultura; soy autodidacta en el tema de la escultura.

Fue difícil, pero había dentro de mí una pasión que se desbordó, fue una especie como de desencadenamiento de una vocación que había mantenido reprimida y cuando vi que podía hacer escultura, simplemente rompí, porque ya no podía; ya no me fue posible seguir haciendo estudios de factibilidad y proyecciones de mercado como economista, sino que ya me dediqué a la escultura. Fuerzas interiores me forzaron, sin que tuviera que ocuparme de tomar decisiones racionales al respecto; ya yo no podía hacer otra cosa.   

¿Cómo es el proceso creativo que realiza cuando tiene en mente una nueva escultura? ¿En qué se inspira?

Ahí hay un cortejo; es decir, los mismos materiales te sugieren posibilidades plásticas y los mismos animales en la vida selvática también inspiran, pero, por otra parte, uno va acumulando información sobre las posibilidades y limitaciones de los materiales y herramientas usadas tradicionalmente en la escultura.

 Con esos dos conocimientos, esas dos enseñanzas: conocimiento de los materiales y conocimiento de las herramientas, uno comienza a forjar en la cabeza ideas con el propósito de que se conviertan en escultura. Es una especie de cortejo, que concluye cuando uno ya ha recibido una señal de la idea cuajada y comienza a hacerla mentalmente. Nunca empiezo una escultura si no la he terminado antes, es decir: Ya sé lo que voy a hacer, cómo lo voy a hacer, con qué materiales, con qué herramientas, cómo lo voy a empezar, cómo lo voy a terminar y cómo lo voy a montar. Todo eso lo tengo claro en mi cabeza antes de ponerme a hacer una escultura y me ayudo en algunos casos con dibujos, en otro con maquetas; hago primeras figuras en madera, pequeñas, a escala reducida, para luego pasarla a materiales ya más grandes o de tamaño monumental.

 Son ideas que surgen inspiradas por la naturaleza, por la realidad, por los objetos, las posibilidades y limitaciones de los materiales y herramientas. Ya cuando la idea está cuajada, pues es cuestión de ponerse a trabajar; ya está hecha la escultura, ya es cuestión de excavar para quitar lo que sobra. 

Su trabajo ha evolucionado o mostrado cambios a lo largo de su trayectoria ¿Cómo es que pasa de metales de desecho a otros materiales como bronce, metal o madera?

Los materiales son sugerentes. Se puede usar un término para calificarlo, un poco más poético: los materiales son inspiradores, entonces uno ve y estudia las posibilidades de cada material y de ahí puede surgir una recomendación del propio material; una sugerencia para hacer una escultura. Son las sugerencias de los materiales y de los objetos que se representan los que inspiran al escultor para iniciar y terminar esculturas. No hay un proceso racional, sino que esto surge espontáneo, indómito y primitivo de las propias entrañas.

¿Existe en su obra alguna pieza con un valor o significado especial por encima de las demás?

Todas mis piezas tienen un valor similar, todas me gustan; estoy satisfecho, porque pues me salen bien las obras. No hay una en especial que sea de mi preferencia. Sin embargo, hay una colección de obras, no es que sean mis preferidas, se trata de una colección llamada “permanente”, que maneja la Fundación José Sancho.

Esa fundación tiene acumuladas unas 35 obras que forman parte de una colección permanente, es decir, que no se pueden vender; se pueden exponer, pero son propiedad exclusiva de la fundación. Esas obras representan mis períodos, mis ideas; sintetizan e identifican mi trabajo, están ahí, escogidas porque representan procesos previos o etapas en las que he estado trabajando con pasión, con frenesí a veces.

Precisamente sobre la Fundación José Sancho ¿Cuál es su enfoque?

La Fundación tiene dos objetivos muy importantes. Primero está el hecho de conservar y promover la colección permanente; la otra es otorgar becas para estudiantes de escultura que quieran especializarse en trabajo, sobre todo, en talla.

Hemos ya seleccionado a tres estudiantes que han ido a Italia por períodos de tres meses y han regresado y siguen trabajando; utilizando los conocimientos y experiencias que han tenido allá. Ahora estamos pensando en buscar otros lugares, aparte de Italia, para ofrecer becas, porque es muy importante que la Fundación, como labor permanente, busque propiciar el otorgamiento de becas para el perfeccionamiento del trabajo escultórico.

¿Qué representa obtener el Premio Magón?

No sé qué decir al respecto. Ahí vino el premio; el reconocimiento como producto de una labor de 40 años, sobre todo de obras monumentales que están en espacios públicos que se fueron acumulando, por ejemplo, en la Universidad de Costa Rica hay un paseo escultórico; luego hay piezas grandes por ahí, en diversas partes de la ciudad, algunas son de granito, otras de mármol, otras de hierro. Eso se fue acumulando, y llegó un momento en el desarrollo de mi trayectoria, que tuve la fortuna y la suerte de que se me reconociera para ese premio. Pero en realidad, el significado que tiene para mí: yo realmente no tengo una idea clara de qué significa, si sigo siendo el mismo o sigo siendo otro; creo que sigo siendo el mismo… no sé. Tal vez en algún momento dado, en un futuro, merced justamente a tener ese reconocimiento, pues decida o empiece nuevas etapas.

¿Qué falta en la carrera de José Sancho?

Falta mucho. Tengo que seguir trabajando, falta mucho. Tengo algunos proyectos en maquetas, para esculturas públicas de hierro, pero eso está en anteproyecto, de momento no están en posibilidades de realizarse, porque hay que encontrar un espacio y financiamiento, porque son obras que cuestan mucho dinero. Pero ahí va saliendo lo que se me ocurra, lo que tenga suerte y fortuna de encontrar aceptación por parte de instituciones o de particulares.

El maestro José Sancho es un artista incansable. Trabaja en su taller los siete días de la semana; justo después de tomar su desayuno, dedica su tiempo a tallar o avanzar en esculturas. En ocasiones, decide ir a hacer sus obras a Italia, donde se mantienen más dedicado al trabajo escultórico.

El jardín escultórico de Escazú, que rodea su morada-taller de este maestro de la escultura, es abierto al público y ofrece visitas guiadas con el propio escultor, previa coordinación al tel.: 2228-1661. Para conocer más sobre la obra de José Sancho y su trayectoria, así como sobre la Fundación que lleva su nombre, visite el sitio web: www.josesanchoescultor.com/

Producción - Oficina de Prensa y Comunicación - MCJ / Consecutivo 185 / FEM / 27-05-2019