25 años de hiperactividad contemporánea en el MADC

  • Museo fue inaugurado el 21 de febrero de 1994

  • Eventos especiales marcarán la agenda de aniversario

Crédito de imagen: Autor desconocido, 1970. Portalón de piedra y reloj de sol en la entrada sureste de FANAL. Archivo Nacional signatura 846-2.

Crédito de imagen: Autor desconocido, 1970. Portalón de piedra y reloj de sol en la entrada sureste de FANAL. Archivo Nacional signatura 846-2.

Desde 1994 hasta hoy, los espacios del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) han mutado en canchas de fútbol, capillas y hasta rampas para patinetas. Los visitantes han caminado por el centro de San José y visto sus vitrinas, sin salir de Sala 1. También han visto suspendida una piedra descomunal en el medio de la Pila de la Melaza y ahí mismo, tiempo después, estuvo un carrusel funcionando con todas sus luces.

25 años han pasado desde que, el lunes 21 de febrero de 1994, abrió el MADC con las exposiciones Retrospectiva de José Luis Cuevas (Sala 1), Diseño de lo cotidiano (Sala 2), Cuerpos pintados. Cuarenta y cinco pintores chilenos (Salas 3, 4 y 5) y Pasión de Rafael Ottón Solís (Pila de la Melaza); en un contexto en donde el arte contemporáneo apenas florecía regionalmente y el diseño aun se asociaba con bienes de consumo de lujo.

Año de celebración A lo largo de todo este año se tiene preparada una agenda de actividades especiales, tales como exposiciones, eventos teóricos y proyectos de emprendedurismo, así como una revisión de la Colección permanente que narrará gran parte de la historia de las curadurías del MADC.

La primera exposición se trata de Nunca fuimos un cubo blanco, una muestra “sombrilla” de otras tres exposiciones: Una obra en sus manos, Modernos y universales y Este paisaje sí lo puedo entender. Estas se extenderán hasta el 25 de mayo de 2019.

“El MADC, recién restaurado, vuelve a abrir al público después de más de tres meses con una muestra que pretende desnudar al Museo frente a sus diversos públicos. El MADC se deshace de todo dispositivo museográfico para volcar la atención de los visitantes en elementos que usualmente pasan desapercibidos; hace referencia a ese estilo museográfico de finales de los años setenta y los ochenta -el cubo blanco- como el ideal de la modernidad en que se intentaba despojar de todo contexto a la obra de arte para que el espectador pudiera admirarla rodeada de blanco. Si bien las celebraciones del XX aniversario se centraron en su Colección permanente y su impacto en la región, el XXV aniversario es más introspectivo y quiere evidenciar a su edificio como contenedor de la Colección, su programa expositivo y actividades paralelas”, comentó Fiorella Resenterra, directora del MADC.

Luego, vendrá una exhibición dedicada a dicha colección, que a lo largo del tiempo ha llegado a constituirse por más de 750 obras. Esta muestra tendrá piezas representativas, las más conocidas por el público y otras que no han visto la luz por bastante tiempo. “Se trata de una investigación que venimos realizando en equipo desde hace ya muchos meses, es por decirlo de alguna manera, ‘una curaduría de las curadurías’ de la Colección permanente, en la cual se presentarán obras que los curadores del MADC han considerado clave a lo largo de sus 25 años; y cómo se ha forjado una línea discursiva que si bien se ha tejido con el tiempo, aun no se ha puesto en evidencia”, explicó Daniel Soto Morúa, curador jefe de la institución.

“Seguidamente vendrá una muestra de diseño que explicará el proceso de cómo el edificio de la antigua Fábrica Nacional de Licores se transformó para albergar un museo de arte contemporáneo y diseño, en una época en que la cultura ‘volvió a florecer’ después de la crisis económica de los años 80 en nuestro país”, continúa el curador. También se presentará una exposición que recopilará el trabajo de Ricardo Kandler, quien durante muchos años evidenció la situación sociopolítica de Costa Rica a través de su humor negro, cargado de sátira e ironía.

Para cerrar el año tendremos una nueva edición de Inquieta Imagen, también con un nuevo formato, luego de su revisión en 2017. De igual manera, se contará con las exposiciones y proyectos procesuales en la Sala 1.1 y El Tanque, seleccionados por convocatoria regional.

25 años después... El museógrafo del MADC, Osvaldo López nos pone en perspectiva: “Para que se den una idea de todo lo que ocurre en 25 años: hemos tenido 8 presidentes de la República. Ha llovido, sobre nuestros techos, una cantidad de agua equivalente a 14 piscinas olímpicas. Hemos desarrollado un ‘cuero’ sobre nuestras paredes -producto de todas las capas de pintura de todos los montajes que hemos hecho- de más de tres milímetros de espesor. Y nuestros visitantes, en todo este tiempo, han recorrido una distancia superior a dos veces la circunferencia de la Tierra”.

Es por esto que el MADC se vio sometido a una remodelación desde finales del año pasado hasta este 14 de febrero. La remodelación incluyó cambios en todo el techo, piso e instalaciones eléctricas; así como una intervención importante que incluyó oficinas, acopios de colecciones, Videoteca y todos los espacios expositivos, con el fin de continuar conservando el inmueble para la posteridad.

¿Cómo llegó el MADC? El Museo se emplazó en el centro de San José, en lo que fue la Fábrica Nacional de Licores (FANAL), una de las edificaciones más antiguas de la capital (construcción 1851-1900) realizada en la Administración del Presidente Juan Rafael Mora Porras. La fábrica funcionó hasta 1981 y el inmueble se restauró usando la propuesta de un conjunto de arquitectos llamado Calicanto, para ser reinaugurada en 1994 como el Centro Nacional de la Cultura (CENAC), bajo la Administración del Presidente Rafael Ángel Calderón Fournier. Este constituiría el mayor complejo cultural del país, sería la sede del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes en convivencia con espacios para el disfrute de una diversa oferta cultural de artes visuales y artes escénicas.

Las salas que ahora exponen lo más reciente de la producción contemporánea de la región, otrora almacenaban rones y en ellas, se fabricaban los más finos licores que se producían en el país; su arquitectura aun conserva ecos del lenguaje colonial.

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