Alexandra Latishev, Premio Nacional de Artes Audiovisuales Amando Céspedes Marín 2017 en Dirección y Producción
- Película “Medea” se estrenará el 3 de mayo en cines del país.
Sensible, con una muy fuerte necesidad de comunicarse y expresarse; de echar mano de las herramientas artísticas a su alcance para “sobrevivir” y transmitir sus pensamientos más profundos; así se define Alexandra Latishev Salazar, directora de cine costarricense que se destacó a inicios de 2018 al figurar en la lista de galardonados a los Premios Nacionales de Cultura 2017, reconocimientos que otorga el Ministerio de Cultura y Juventud, a la trayectoria de trabajo, esfuerzo, tenacidad y excelencia a la que han llegado personas y grupos artístico-culturales del país en diferentes disciplinas culturales
A sus 30 años, esta vecina de San Antonio de Desamparados, logró hacerse acreedora delPremio Nacional de Artes Audiovisuales Amando Céspedes Marín 2017 en las categorías de “Mejor Dirección” y “Mejor Producción” por su primer largometraje titulado “Medea”.
La opera prima de Latishev narra la historia de María José, una joven de 25 años que desarrolla su vida entre el espacio familiar, universitario y deportivo, como jugadora de rugby, y a la vez, oculta su embarazo avanzado.
Este filme es una coproducción costarricense-chilena que desde su estreno en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), en Argentina en 2017, cosecha una serie de reconocimientos y participaciones internacionales en festivales destacados como el Festival de Cine de San Sebastián, en España; el Festival de Cine en Lima, Perú; el Festival de Cine de Varsovia y en el Festival de Cine de La Habana, Cuba, entre otros.
Con motivo del recién anunciado Premio Nacional de Cultura de Artes Audiovisuales, obtenido por esta cineasta, y en el marco del próximo estreno a nivel nacional de su película, la Oficina de Prensa y Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud, entrevistó a Latishev para conocer un poco más de la vida y trabajo de esta joven cineasta. A continuación un extracto:
¿Cómo se dio el acercamiento inicial de Alexandra Latishev al mundo del séptimo arte?
Desde siempre me interesaban las artes visuales. En mi adolescencia exploré un poco del teatro, la pintura, algo de música. Luego, empecé la carrera de Filosofía Clásica en la Universidad de Costa Rica y llevé clases de apreciación de cine con María Lourdes Cortés; quien decidió poner películas hechas en Costa Rica, documentales, cortometrajes, largometrajes de los ochentas.
Esa clase fue una revelación para mí, al darme cuenta de que existía cine en Costa Rica, que había gente haciendo películas en el país. En ese momento, María Lourdes me contó que se estaba abriendo la Escuela de Cine de la Universidad Véritas, y pues ahí empecé a investigar acerca de las escuelas de cine; poco después empecé a llevar unas cuantas materias y me encantó.
La universidad fue una etapa muy importante para mí y en la cual me reafirmé y dije: entré acá porque quiero dirigir películas.
Hace 12 años que me incorporé al mundo del cine mediante la universidad, la concepción de lo que implicaba hacer una película era completamente distinta a la visión actual. Antes para hacer una película casi que te decían que se necesitaba tener un millón de dólares y eso me hacía pensar: ¿Es esto imposible?. Como estudiante era algo frustrante porque me cuestionaba cómo hago entonces para levantar y financiar una película.
Luego empecé a trabajar con Paz Fábrega y Neto Villalobos, quienes hicieron sus películas con presupuestos muy comedidos, que hicieron magia con ellos, además de lograr que se convirtieran en producciones importantes. Eso fue lo que me abrió los ojos de que se podía hacer cine con menos recursos.
Uno de los primeros trabajos de Latishev fue en publicidad; sin embargo, no sentía que este gremio era lo que realmente necesitaba. Por tanto, decidió seguir de manera independiente hasta que posteriormente fue contratada por el Centro de Tecnología y Artes Visuales (Cetav) del Parque La Libertad, institución del Ministerio de Cultura Juventud; proyecto que esta cineasta admiraba y con el cual tenía cierta familiaridad.
A ese empleo en el Cetav, Latishev le atribuye un aporte a su crecimiento personal, al que también agradece que le permitiera contar con poco más de tiempo para dedicarse a su pasión por el cine. Así inició el proceso de creación de su primer largometraje “Medea”.
“Mi trabajo y el proyecto del Cetav me encantan. He visto de alguna manera florecer tantísimos chicos y chicas talentosos. El Cetav tiene varias labores importantes, que no es solamente proveerles de herramientas técnicas; sino que también hay todo un eje que se encarga de temas de emprendedurismo, comunicación no violenta y “design thinking”. Entonces, los estudiantes no solamente salen preparados técnicamente, sino listos para la comunicación, trabajar en equipo e incluso para desarrollar su propio emprendimiento”, afirmó la cineasta.
Para Latishev, la inspiración para sus procesos creativos y temas a desarrollar proviene desde sus sentimientos o pensamientos más personales. ¿Cómo plasmar esas vivencias en la gran pantalla?
Cada película casi siempre nace de una inquietud personal. Cuando es el caso de ficción, hay temas que de verdad me afectan muchísimo y a nivel muy personal. Siempre vienen de lugares míos muy frágiles y poco explorados de mi propio ser.
A veces lo que siento es tan fuerte, que no sé cómo decirlo y el proceso de hacer una película es lo que me hace descubrirlo y definir cómo lo quiero comunicar. Muchas de esas ideas vienen de la impotencia que siento y que no puedo comunicar a través de las palabras; entonces, de repente el cine es un lenguaje que te permite comunicar lo que no podés decir fácilmente con las palabras.
En ocasiones, las ideas vienen desde un lugar muy frágil a nivel muy personal, pero entre más indago en el tema, investigo, me adentro en esa realidad y además realizo los ejercicios de escribir, producir y dirigir la película; eso se convierte en un ejercicio que me hace regresar siempre sobre una misma idea y que de repente, me permite examinar esa realidad de una manera más plena. Siento que cada película es una serie de graduación emocional para mí.
Una inquietud transformada en realidad
Para la cineasta, el tema de género es uno de los que más le apasionan y más allá de esto, busca derribar las preconcepciones o ideas que durante mucho tiempo han llegado a definir lo que representa o significa ser mujer a nivel de sociedad en los diferentes ámbitos de la vida.
En el 2013, Latishev realizó su cortometraje “Irene”, una producción de 27 minutos que sería el inicio de su trayectoria en el abordaje de temas sensibles respecto a la condición femenina, así como su enfoque en temas de género a nivel social. Este proyecto se convirtió en antesala de su primer largometraje “Medea”, producción que se gestó a partir de un taller en 2014.
“Había terminado el cortometraje “Irene” y tuve la oportunidad de participar en un taller. Un programador de un festival, me dijo: “tengo un taller para el desarrollo de proyectos muy verdes y se basa mucho en el trabajo previo de los directores y me gustaría que vos participaras, ¿tenés alguna idea de una película?”. En el caso de “Medea”, la trama tiene que ver con el rol de la maternidad y las acciones de su personaje, que se tornan un retrato de un momento histórico, de una sociedad y las inquietudes de una generación; incluso de mi inquietud por el tema de género. “Medea” cuenta la historia de una joven embarazada, que tienen varios conflictos emocionales por su estado y que afronta esta situación en silencio, sola, sufriendo y confundida. Mientras que la gente que estaba a su alrededor no se daba cuenta de lo que sucedía”, afirmó Latishev.
Respecto al proceso de escritura, producción y post producción, la directora señaló que fue un proceso más comedido al que se acostumbra, principalmente en temas de recursos y personal.
El proceso de escritura es lo que dura más, fueron unos dos años aproximadamente. Pasaba entre el escribir, buscar el financiamiento, además de un proceso extenso con los actores que eran amigos o conocidos que se apuntaron al proyecto. Entre ensayos y casting fue casi de un año.
Durante un año completo, nos reuniamos una vez por semana para ensayar; era casi como hacer teatro. Iba a lugares donde quería filmar junto al director de fotografía, para tener claro los encuadres y locaciones; eso nos permitió agilizar el tiempo al momento de grabar la película.
Este proceso de ensayos vino acompañado además de la reescritura, porque entre más ensayaban, más cambiaba; principalmente porque era una película acerca del cuerpo y necesitaba visualizar todos los cambios que experimentaba el personaje. Cuando filmamos, fue una transición liviana y la gente estaba acostumbrada a la dinámica de trabajo, éramos muy poquitos, máximo diez personas. La filmación de la película nos tomó dos semanas más o menos.
En total, la producción fue un proceso de alrededor de cuatro años. Representó un compromiso con uno mismo, ya que son cuatro años en los cuales cambias muchísimo y realmente si decidís hacer una película, es porque el tema es muy importante para vos.
Es un ejercicio de resistencia porque es un proceso extenso, agotador y que no cualquier persona logra tolerar; más porque estás haciendo un tema artístico con el que tenés que estar conectado y al mismo tiempo, es algo a nivel colectivo, ya que hay un grupo de personas con las que tenés que desarrollar una dinámica de trabajo.
En cuanto a la productora, trabajar con Paz Fábrega fue muy importante, porque ella era un referente para mí y fue un privilegio que se involucrara en este proyecto. Las dos estábamos de acuerdo en producir una pelicula pequeñita, bastante colaborativa; y me apoyó muchísimo en cierta toma de decisiones durante la producción.
Además, ella conocía cómo funcionaba este sector. Admiro mucho su trabajo y considero que es uno de los más valiosos en el país. A manera de conclusión, es sumamente satisfactorio “sobrevivir” a un proceso así, porque lográs descubrir a nivel personal aspectos que te enseñan muchísimo.
El cuerpo como máxima expresión
Para la cineasta, “Medea” debía ser una historia contada a partir de la expresión corporal más allá de los diálogos o las palabras, ya que de esta forma representaría la necesidad de comunicarse y la relación que el personaje principal tenía con respecto a su cuerpo, así como lo que sucedía en su interior.
Desde la parte técnica, es visíble que la película no es panorámica. Es “cuadrada” y eso es porque inevitablemente nos encierra casi sobre el cuerpo del personaje.
Durante toda la vida estuve enemistada con mi propio cuerpo, con una desconexión e incluso sentí que vivía en un cuerpo ajeno y que no sabía cómo decirlo o explicarlo, hasta que hice la película.
La intención era mostrar la expresividad del cuerpo y hacer una lectura del entorno, mostrando solamente lo necesario. Este era el recurso que permitía mantener el hilo y tensión de la película. En este aspecto destaco a Lilliana Biamonte, quien encarna a María José, el personaje principal de “Medea”. Lilliana es una gran actriz y logró hacer un trabajo impresionante.
Es curioso pero para esta película, la escena principal y momento de climax, fue la primera escena que me vino a la mente y es donde se muestra una gran presencia de la expresividad del cuerpo.
¿Cómo financiar un sueño?
Para esta joven cineasta, el asumir el reto de producir una película como “Medea”, significó más allá de un esfuerzo, como ella misma lo describe, a un ejercicio de disciplina, paciencia, trabajo ardúo pero sobre todo, tenacidad por hacer realidad su proyecto.
Fue uno de los procesos más duros, porque en realidad sostener un proceso con muchas personas involucradas es difícil. Al inicio, cuando estábamos en el desarrollo, empezamos a concursar para ciertos fondos. Ganamos un Premio Proartes para el desarrollo de la película, el cual fue muy reñido.
Intenté concursar por otros fondos nacionales e internacionales; pero era complicado por ser mi primera película y además, porque el tema era social y políticamente complejo. Como realmente quería hacer esta película, decidí hacer un crowdfunding –financiación colectiva por donaciones-. Hice un “adelanto” del proyecto y lo subí a la plataforma. Al principio pensaba que nadie me iba a apoyar, pero al final incluso logramos superar la meta.
A partir de esto, se me abrieron un montón de puertas y oportunidades. Iván Molina Jiménez se involucró como inversionista, productores con los que había trabajado en publicidad me prestarón equipo, vestuario, utilería. Al final, recaudamos el dinero para producirla de manera más tranquila y holgada, así logramos montar el primer corte de la película, que justamente fue lo que se presentó en “Cine en Construcción“, un fondo del Festival de Cine de San Sebastián, España, creado para apoyar la finalización de películas latinoamericanas.
Este fue el primer lugar al que mandé la película para participar y fue muy difícil, ya que solamente ingresan seis películas de toda Latinoamérica. Gracias a esta experiencia, nos unimos a los coproductores chilenos y encontramos a una agencia de ventas y distribuidora internacional. Además, esto nos abrió la puerta para trabajar con Soledad Salfate, la montajista de la película chilena “Una mujer fantástica”, que recientemente ganó el Premio Oscar a Mejor Película Extranjera. Ella fue quien estuvo a cargo de hacer todo el montaje de “Medea”. Concluimos el proceso de montaje en Chile y ya con la película lista, obtuvimos otro Premio Proartes para la distribución de la película. Considero que este es un trabajo de fe en sí mismo, el que definiría como un ejercicio de triunfos y fracasos cotidianos.
Reconocimiento al esfuerzo
Para Latishev, convertirse en acreedora de un Premio Nacional de Cultura es una de las sorpresas más gratas que ha recibido a nivel personal y profesional, más si se tiene en consideración que se debe a su primer largometraje. Al consultarle acerca de sus impresiones acerca de lo vivido el pasado 31 de enero, fecha en que se anunciaron estos galardones, esto fue lo que reseñó.
Estaba en la casa. Era el día que decidí tener la mañana más tranquila. Recién salía de la ducha y de repente me llamaron por teléfono; era Fernando Rodríguez, el director del Centro de Cine y me dice “¡Felicidades!, ¿escuchaste mi mensaje?” y yo no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Luego me explicó que había ganado los Premios Nacionales de Cultura en Dirección y Producción.
Para mí fue una súper sorpresa, el saber que estaré al lado de artistas que admiro muchísimo, no solo en el cine, sino en otras ramas, como por ejemplo con Walter Ferguson.
Además, para mí es muy simbólico saber que se otorgó este reconocimiento a una película con este tema, en este momento histórico. Esto me dio mucho optimismo por mí país. El premio representa un impulso enorme para la película, justo cuando se va a estrenar en cines el próximo 3 de mayo; esto le da un sello importante. En lo personal, da un gran impulso a mi carrera, así como a los futuros proyectos que vaya a desarrollar.
Retos, proyección y futuro de la cinematografía costarrricense.
Para esta realizadora, el cine costarricense se encuentra en un momento muy interesante. Considero que existe una evolución significativa del sector desde aproximadamente cinco años, a la fecha.
Creo que en realidad si alguien quiere hacer cine, puede hacerlo. No es sencillo, es una cuestión de mucha resistencia, mucha fe en sí mismos, pero no es imposible. Herramientas hay en todo lado. Se requiere de mucho trabajo y disciplina. Si se asumen e interiorizan estos aspectos, es viable y totalmente posible.
Esto nunca termina de ser un ejercicio. Siempre se debe tomar de esta manera; vas a aprender cosas, te equivocarás en otras, pero no termina de ser un ejercicio siempre. Es un proceso que está en constante cambio: aprendiendo, evolucionando hacia otra cosa. Hacer cine es un proceso de fracasos y victorias cotidianos durante mucho tiempo.
En cuanto al futuro del sector, creo que es primordial contar con una Ley de Cine, así tendríamos un fondo que va a incentivar la producción; además, entre más producción haya, vamos a requerir más representación, como mencionaba en el caso de los festivales. No es lo mismo que vaya una película tica al Festival de San Sebastián a que vayan tres.
Algo se tiene que hacer a nivel institucional para respaldar estas producciones. Siento que empezar a producir más películas nos llevará a generar proyectos audiovisuales de todo tipo y comenzaremos a llenar diferentes espacios con películas, tanto comerciales, como para festivales internacionales.
Esto nos permitirá empezar a generar una presencia del país en el mundo. Ya Costa Rica y Centroamérica como región están dando esos pequeños chispazos para ser reconocidos en grandes festivales.
El hecho de invertir también a nivel de una infraestructura que te apoye como cineasta, va a incentivar un mayor contacto con lo que se produce y hace a nivel mundial; y esto obviamente va a afectar el contenido de las películas.
Entre más se invierta en la creación de películas, más aumentará el trabajo en la industria e incentiva otro nichos, no solamente lo audiovisual. Nosotros, como realizadores, consumimos diferentes productos: vestuario, locaciones, alimentación y esto a su manera activa la economía en diferentes lugares; finalmente, esto es una inversión en identidad.