Mascareros buscan preservar la esencia de la verdadera mascarada tradicional costarricense

  • Mascareros destacan la importancia de mantener viva la tradición de la mascarada, además de retomar su elaboración y diseños más autóctonos

  • Miércoles 31 de octubre se celebra el Día de las Mascarada Tradicional Costarricense

Grandes aretes, abalorios, crín de caballo, telas coloridas y estampadas, son tan solo algunos de los elementos que complementan las mascaradas tradicionales costarricenses, creadas por los artesanos a partir del barro, papel, pintura, y sobre todo, mucha creatividad e imaginación, para retratar personajes del imaginario costarricense como:  “La Giganta”, “El Pisuicas”, “El Policía” o “La Calavera”.

 Con estos peculiares personajes, múltiples generaciones de costarricenses disfrutaron, corrieron y, sobre todo, formaron parte de una de las tradiciones más representativas de la Costa Rica de antaño: los desfiles de las mascaradas tradicionales

Hace algunas décadas, en cada pueblo o cantón, era muy común durante sus fiestas patronales, turnos, así como actividades especiales, la presencia de las cimarronas y por supuesto de las mascaradas, que, al compás de la música, corrían detrás de niños, niñas, jóvenes y adultos, quienes se divertían al ser parte del recorrido que hacían estos peculiares personajes.

 Por su valor como tradición, además de convertirse en un oficio para muchas personas, en el año 1996, el Gobierno de la República mediante el decreto Nº 25724-C, designó el 31 de octubre, como el Día de la Mascarada Tradicional Costarricense. Según este decreto, uno de los objetivos primordiales de este reconocimiento es que el Estado garantice la promoción del conocimiento acerca de la elaboración y desfile de mascaradas; además, poner en valor el trabajo realizado por los artesanos que se dedican a este oficio.

Para conocer más acerca de la historia, experiencia, así como la importancia de esta expresión cultural, la Oficina de Prensa y Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud entrevistó a Jorge Corrales Picado, vecino de Alajuelita y Marco Flores Vargas, vecino de Barva de Heredia; ambos son mascareros y compartieron sus perspectivas acerca del valor de esta expresión cultural, a partir de sus experiencias.

Contexto histórico. Según Sonia Gómez, historiadora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, “la mascarada costarricense, como muchas de nuestras expresiones culturales, tiene una base de pluriculturalidad y de sincretismo. Por una parte, nos refiere al uso ancestral de la máscara utilizada por nuestros aborígenes en sus actos rituales, y por otra parte, nos remite también a las luchas de moros y cristianos representada en una actividad tradicional traída por los españoles y representada en actos públicos desde la Colonia”.

Gómez además enfatiza en que la mascarada costarricense es importante para la cultura y tradiciones del país porque se le reconoce como la principal manifestación popular tradicional de carácter festivo del Valle Central, donde tuvo su origen y ahora es una de las manifestaciones culturales más extendida por todo el país.

Mascarada como oficio. Para Jorge Corrales, oriundo de Aserrí y quien reside actualmente en Alajuelita, su interés por las mascaradas surgió cuando era tan solo un niño. Entre sonrisas y nostalgia, Corrales relató: “Empecé muy jovencito, porque en mi pueblo, Aserrí, llevaban las mascaradas de Escazú, las creadas por don Pedro Arias, a quien considero mi maestro, pese a que nunca lo conocí. Don Pedro era quien, junto a su hijo Amado Arias, hacían las verdaderas mascaradas tradicionales costarricenses y las llevaban hasta las fiestas en Aserrí”.

 Corrales, tiene 28 años dedicado al oficio de la mascarada. Declara que sus primeros pasos fueron junto a un amigo suyo, con quien inició el proceso de diseñar las mascaradas. Además, con emoción recordó como también usaba las mascaradas durante los desfiles y “ponía a correr” a los asistentes.

Para él, su principal objetivo es recrear artesanías que reflejen realmente la figura tradicional de las mascaradas de antaño; las que por muchos años se concentraban en personajes tradicionales, como la calavera, el diablito, la giganta o bien, aquellas inspiradas en las leyendas costarricenses.

Este artesano se declara fiel defensor de la riqueza cultural propia del país. Resalta que el mayor reto que se afronta actualmente en el oficio del mascarero, es preservar la esencia de las verdaderas mascaradas tradicionales costarricenses, al igual que la música típica de las cimarronas; en contraposición con las diferentes influencias extranjeras que están calando profundamente, por ejemplo, la caracterización de las mascaradas a partir de personajes de películas, series o dibujos animados.

“Es importante fomentar la mascarada tradicional mediante los cursos de formación en los que se utilicen las verdaderas técnicas y materiales tradicionales; pero, por otra parte, más importante aún es que las personas aprendan a valorar no solo la obra, sino el conocimiento que poseen los mascareros”, enfatizó Corrales.

Este artesano indica, además, que “la intervención y vinculación que realizan instituciones como el Ministerio de Cultura y Juventud, la Dirección de Cultura mediante sus programas, e incluso con los talleres de verano del Museo Nacional de Costa Rica, se puede contribuir en gran parte a que se retome la verdadera imagen de la mascarada tradicional. De igual manera, incluso se puede contribuir a que las mismas cimarronas también retomen la música de antaño que se utilizaba para el desfile de mascaradas y que lamentablemente, se ha ido reemplazando por música que no nos representa culturalmente” 

Transmitir el conocimiento y tradición. Por su parte, Marco Flores Vargas, tuvo su acercamiento con las mascaradas como él mismo indica, “por una linda coincidencia para toda la familia”. Este arquitecto de profesión, oriundo de la Zona Sur del país, formó una familia junto a su colega y esposa, Alexandra Alvarado Briceño, con quien reside en San Roque de Barva, Heredia, desde hace 12 años.

Según Flores, un día, su hijo le comentó que se había inscrito en un concurso de mascaradas en la escuela y que requeriría apoyo de la familia. Sin pensarlo, este padre de familia, junto a su esposa, pusieron manos a la obra y decidieron primero informarse acerca de cómo podría iniciar el proceso de creación de las mascaradas. Para este mascarero empírico, su primer maestro fue el reconocido barveño Luis Fernando Vargas, conocido como “Bombi”, quien les dio una guía básica, con lo cual tuvieron las bases necesarias para iniciar, no solo el proyecto de su hijo, sino despertar una nueva pasión por este oficio. 

Actualmente, Flores y su esposa, ambos ingenieros, dedican parte de su tiempo libre a la pasión por las mascaradas tradicionales costarricenses; actividad que los motiva a compartir el conocimiento que han obtenido en los últimos años y fomentar en otras personas el amor e interés por aprender más acerca de las mascaradas y el oficio de quienes se dedican por completo a este arte.

 

Parte de esta labor llevó a esta pareja a impartir algunos de los talleres de verano que ofreció el Museo Nacional de Costa Rica a inicios de 2018, los cuales son dirigidos principalmente a niños y niñas pequeños, con el fin de promover el valor cultural por las mascaradas entre las nuevas generaciones.

Flores concuerda con Corrales en la preocupación que surge dentro del sector de mascareros, respecto a la nueva incorporación de “personajes” a las mascaradas, ya que actualmente se cuenta con mascaradas cuyas imágenes no tienen relación con lo autóctono o con personajes icónicos de la mascarada tradicional costarricense. “En nuestro caso, cuando transmitimos la información en los talleres que hacemos, todas las mascaradas que se hacen están basadas en diseños de leyendas y de los personajes que originalmente hacían algún tipo de mofa, como la giganta, el policía o el alcalde”, señaló este mascarero.

 Además, recalcó: “para nosotros, el compartir el conocimiento acerca de este oficio y que las futuras generaciones estén adoptando la práctica, que sepan y estén interesados en hacerlas, representa preservar el legado de idiosincrasia del país. El saber que los costarricenses que van creciendo, van a llevar como parte de su formación estos conocimientos y que la tradición va a permanecer viva, esa es una de las mayores satisfacciones que nos da el brindar los talleres”, concluyó Flores.

1. “El Pisuicas”, elaborado por Jorge Corrales / 2 y 3. Mascaradas ganadoras del certamen “Nuestras Artesanías Tradicionales”, Centro de Patrimonio Cultural

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