Teatro Nacional de Costa Rica

El siglo XIX significó, para los costarricenses, la edificación de su propio Estado, a partir de la independencia (1821).  La estructuración de sus bases político y económico, y, sus derivaciones, social y cultural, cargaban con amplios resabios de la colonia, pero daba nuestros bríos bajo el liberalismo. En el último tercio de esta centuria, San José se había imbricado en un proceso de modernización, cuya máxima expresión fue el Teatro Nacional de Costa Rica (TNCR).

Esta obra había dado sus primeros pasos en 1890, con la publicación del Decreto N° XXXIII del 28 de mayo de 1890, que ordenaba su construcción, declarándola "obra nacional"; cuando esta capital no superaba los 20.000 habitantes.

El teatro, como representación artística, ha estado presente en Costa Rica desde el periodo colonial, determinado en sus inicios, por los temas religiosos, con elencos únicamente de varones y en espacios predominantemente privados; sin que se llegara a concretar el establecimiento de una sala de teatro.

Bajo el norte de un Estado que alcanzara el "progreso", es que, durante la administración de Juan Rafael Mora Porras (1849-1859) se abrió el Teatro Mora, de carácter público, el cual fue concentrando la presentación de eventos artísticos (dentro del ámbito urbano); el que pasó a denominarse Teatro Municipal una vez derrocado don Juanito Mora. Este lugar logró suplir la necesidad de espectáculos del pueblo costarricense por muchos años; pero poco a poco se deterioró hasta que llegó a cerrarse en 1888 cuando un terremoto terminó por destruirlo.

El presidente José Joaquín Rodríguez Zeledón (1890-1894) retomó la inquietud que diversos sectores sintieron durante décadas, que fue la de contar con un teatro que disfrutara de condiciones adecuadas para que se realizaran en él funciones de la más alta calidad artística. Para financiar esta obra, inicialmente se fijó un impuesto de 20 centavos sobre cada 46 kilogramos de café que se exportara; tasación que finalizaría cuando el edificio se completara. (Decreto N° XXXIII del 28/5/1890).

Transcurridos unos meses desde el inicio de la construcción, el dinero previsto se había agotado y la obra era incipiente, razón por la que el presidente Rodríguez Zeledón emitió un nuevo Decreto, N° XCVII del 29 de diciembre de 1892, que dictó dar continuidad al impuesto ya decretado. Sin embargo, quince meses después se publicó un tercer y último Decreto (N° XIII del 20 de mayo de 1893) que suprimió el anterior y creó uno nuevo sobre el muellaje sobre mercancías generales importadas.

Así, los costarricenses llegaron a aportar más de un 90% del presupuesto requerido; desmitificándose de esta manera que el Teatro Nacional fuera edificado con el aporte único y total de los grandes cafetaleros.

No se escatimaron gastos para la construcción de este teatro, utilizándose maderas preciosas, ladrillo y piedra nacionales; además se importaron hierro, mármol, oro y vidrios de diferentes países de Europa y América del Norte, principalmente.

La construcción duró unos seis años y tuvo la participación de cerca de 400 trabajadores costarricenses, quienes edificaron la obra gris, con la posterior contribución de europeos, especialmente, que aportaron en la ornamentación.  Durante el proceso de construcción murieron dos nacionales de nombres Wenceslao Arroyo y David Fuentes.

Posee una arquitectura renacentista -estilo neoclásico, con mármoles traídos de Italia y decorado en su interior con escenas de la recolección de café; la más popular de las obras pictóricas del Teatro es un óleo sobre lienzo creado por Aleardo Villa en 1897 conocido popularmente como la "Alegoría del café y el banano", cuyo nombre oficial es "Alegoría del Comercio y la Agricultura de Costa Rica", que describe la vida económica del país en segunda parte del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, basada en el bicultivo de café y banano y el modelo agroexportador. Esta pintura fue reproducida en el billete de cinco colones durante algunas décadas, a finales del 1960.

Los planos del Teatro Nacional fueron elaborados por ingenieros costarricenses, los cuales se habían formado en Europa. Excepto los planos para el sistema del levantamiento del piso, hechos por el ingeniero mecánico Cesare Saldini, entre 1896 y 1897; mecanismo que permite levantar el piso de la platea a la altura del escenario para conformar un amplio salón, que permitiera realizar otros tipos de actividades como cenas de gala y bailes; el que, hoy día funciona a la perfección, quedando muy pocos teatros en el mundo que lo conservan y además lo tienen en funcionamiento; nos atreveríamos a decir que quizá solo nuestro Teatro Nacional.

El interior del monumento patrimonial es tan impresionante como el exterior, con las famosas esculturas de Pietro Bulgarelli, quien creó las tres estatuas que coronan la fachada, y que representan la danza, la fama y la música (piezas originales están dentro del TNCR); entre otras.

Las espacios más destacados son: la fachada principal (cara oeste), el vestíbulo principal, las escalinatas, el foyer, y el auditorio o sala principal.

La inauguración oficial fue el 19 de octubre de 1897, con la ópera "Fausto", de Charles Gounod, interpretada por la Compañía Francesa Aubry.  Fue el momento más ansiado e importante de la sociedad costarricense en la década de 1890, que cerró el siglo XIX con broche de oro.

Declarado Monumento Nacional en 1965, el Teatro Nacional destaca por su belleza arquitectónica, siendo patrimonio nacional.  En 1998 fue denominado Institución Benemérita de las Artes Patrias y en el actual 2018 tuvo un reconocimiento de altísimo valor para Costa Rica al incorporarse en la lista de los símbolos patrios (con la bandera, el escudo, el Himno nacional y otros), declarándosele símbolo nacional del patrimonio histórico arquitectónico y libertad cultural de los costarricenses.

El Teatro Nacional no solo ha sido el espacio donde han realizado espectáculos artistas de todo el orbe y nacionales, sino que también ha sido el sitio propicio para recibir las visitas de Estado, dictarse conferencias, exposiciones, gestación de eventos históricos, concursos de belleza regionales, graduaciones, bailes de presentación y otros.

Desde su origen y hasta la actualidad, en el TNCR ha existido una extraordinaria conservación de su infraestructura, ornamentación y mobiliario, en correspondencia con el uso, los saberes y la transmisión de técnicas artesanales.

De esta manera, el Teatro se ha posicionado en la memoria colectiva y ha adquirido el gran afecto de la toda sociedad costarricense.

Hoy, de cara al siglo XIX, es imprescindible fomentar políticas de democracia cultural para el disfrute y la protección del Teatro Nacional, en forma inclusiva para todos los sectores de la población costarricense, como un deber y un derecho cultural.

Lucía Arce Ovares

Historiadora



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